sábado, 27 de agosto de 2011

Dibujos de sal sobre carne verde.

Puedo verte en trescientas caras
Puedo
olerte
en
la
noche.
Puedo adivinar en que sitios
al azar
te escondes
de todos.
Te delatan los animales
que te abren la carne desde las axilas
hasta el sexo.

Un sabor que perturba
los veo saciarse
roerte
mi mano se mueve espasmodicamente afilando un cuchillito
para comerte.

Insisten las liebres de la medianoche
en llenarte el estomago de flores silvestres.
Quieren tejerte una mortaja
con tu viejo pulover blanco.

No quiero volver de esta noche
quiero conservar los perfumes
que clasifique y etiquete en alcoholes
 tu cara sonriente mirando la sal derramada.
Orugas carnosas
ondulan
en la ultima herida de mi tórax
tus ojos me observan
debajo de trescientos ojos.

Los animales están satisfechos;
ni después de probar
                              tu carne verde
                             tus perfumes
Ni siquiera después de maldecirte
                             de perderte

Ni aun así digo: odiarte.

Necesito protegerte
porque no puedo desmembrarme.