viernes, 3 de junio de 2011

Un bosque

No te conoceré nunca, yo-se-que-no-te-conoceré-nunca.
No puedo imaginar que bebas de mí, de este afluente que solo puede alimentarte de leche amarga, de estos brazos que no pueden abrazar más que para decirte: “Yo también necesito abrigo porque me muero de frío.”
Seria tan difícil explicarlo, quiero decir que te amo tanto.
No te conoceré pero podría contarte relatos de mi infancia hasta que cierres los ojos una noche entera y cuando vuelvas a abrirlos me llenes la cara de baba y besos, … si…de baba y besos, de tiza las paredes, de caramelo las manos, de cansancio estos brazos inmóviles y apagados.
Ensayo movimientos inútiles, imagino por ejemplo, tu cuerpo pidiendo a gritos que lo lleve en andas, quisiera sentir fatiga de sentirme plena, pero soy como el musgo inútil de las piedras.
Quisiera cavar la tierra con mis manos, examinar el lugar exacto donde te guarezcas del frío, donde el aliento del mes de junio no te alcance, dónde la naturaleza inicie nuevamente sus ritos.
La tierra te recordara el vientre que te protegió todo lo que pudo, que te amo de una manera inexplicable hace tanto tiempo. Yo iré a cantarte lo que pueda cantar una voz apagada y esforzarme porque la tarde no entumezca mis huesos.
Tengo en estas manos sucias todavía el calor de tu cuerpo, es lo único que pude robarle a la vida, tener ese instante de vida y muerte entre las manos, aunque hay días en los que creo que fue un sueño y ni siquiera eso tengo.
Yo te mate hijo mío, creo que mi tristeza entro por tu boca y fue comiéndote, hijo, hijito mío, concebido en noches de cigarrillos y edificios húmedos.
Siento culpa por haberte encadenado a un cordón que solo te dio mi enfermedad y te alentó a vivir cuando estabas condenado. Contrajiste la enfermedad de los que no duermen, de los olvidados.
¿Ahora que puedo hacer? Regar, regar la tierra de sangre menstrual, de saliva, de lagrimas y esperar que crezcas tímido, niño árbol, niño nomeolvides, niño agua.
Tu cuerpo no llora ni ríe, pero yo se que fuiste un niño.
Crecerás como un árbol precioso, te cantare aunque no sepa como hacerlo, inventaré canciones y las enfermas hojas de tu cuerpo las reproducirán, se las llevara el viento y vendrán otros a los que también deberé enterrar, un bosque entero es el precio por escuchar cantar mi propia muerte.


Eliana Ramponi.-