Pido lo imposible, lo más inmerecido, lo que me atreví a hacer una vez, cuando él vivía: pido que sea su voz la que se asome aquí, que sea su mano la que escriba estas líneas. Sé que es absurdo y que es imposible, y por eso mismo creo que él escribe esto conmigo, porque nadie supo mejor hasta qué punto lo absurdo y lo imposible serán un día la realidad de los hombres, el futuro por cuya conquista dio su joven, su maravillosa vida.
Julio Cortázar. 1967
| Foto tomada por el ojo perfecto de Maria Eugenia Scioli,en un lugar magico. |
Dejar palabras desde las manos hasta los pies; hasta ser piel. Regalarte las palabras que todavía no escribí, y dejarlas sangrar por el costado de la ventana hasta llegar a la cama. Que sangren, que se oxiden, que vuelvan a morir y a nacer tantas veces.
Caminar y buscar más palabras para regalarte y para regalarme. Ir en busca de palabras abrigo, palabras abrazo, palabras dedos-ojos-boca.
Escribir sin sentido palabras y más palabras que completen la noche a solas entre colillas y hojas a medio escribir. Hay momentos en que faltan las palabras. Tanto faltan que las mataría, las rompería en mil pedazos y las volvería a armar. Y eso tampoco tiene mucho sentido, algo como buscarle el sentido al nudo en el estómago, a verte solo a vos, siempre, en medio de las personas, al colectivo que llegó tarde, al teléfono que no suena, al calor que abre la puerta del patio, a los pañuelos en un bolsillo.
A lo que prefiero negar.
Hubo momentos que fue más fácil escribirlas, otros decirlas, y otros -como hoy- que sólo podría ahogarlas en silencios que las hagan renacer. Y así tener las palabras para secarte los ojos y decirte que hay que mirar para adelante y seguir, para darte esperanzas, para amarte una y otra vez y no buscarle demasiado sentido al paso del tiempo.